
Me invade una sensación ambivalente por el tema de la primera entrada de este blog. Me entristece el hecho luctuoso, pero me alegro que se refiera al que fué amigo y maestro.
Juan, por razones de edad no alcancé a verte en el ruedo, pero tuve la gran suerte de ver muchas corridas a tu lado y de compartir tantas horas hablando de toros...y de la vida.
No sé si he llegado a entender algo de este apasionante espectáculo, pero lo poco que pueda haber entendido, te lo debo en gran parte.
Sin ningún resabio, a pesar de conocer todos los entresijos del mundo taurino del derecho y del revés. Sin soberbia, pero sin falsa humildad. "Yo sé de esto" afirmabas con naturalidad.
Exigente, porque antes que nada te exigías a ti mismo. Siempre con la verdad por delante, ponías el corazón en todo lo que hacías...y era poner mucho, porque tu corazón era inmenso.
Cuanto mejor nos iría a todos, si hubiera muchos como tu.
Nos queda el recuerdo de tu coraje, de tu inteligencia y de tu mirada límpia.
Espero y deseo que el Dios en que siempre creiste, te haya acogido amorosamente.
Un abrazo grande.
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