La tercera jornada oliventina, con doble espectáculo, discurrió por los cauces que eran previsibles sin la mas mínima discordancia. Y ya es triste que este espectáculo sea previsible.
Por la mañana confirmamos que Ponce no lleva gente al tendido y que Cayetano la lleva hasta la puerta, pero tampoco entran. Las fans se conforman con verlo lucir el palmito a la salida del hotel o a la entrada de la plaza. Ferrera en lo suyo, con el paisanaje a favor.
Por la tarde las emociones en torno a Padilla lo nublaron todo: una mala corrida de Cuvillo, un Manzanares a medio gas y una faenita preciosista de Morante. Padilla como siempre, pero mas cómodo con el nuevo ganado que le pusieron.
El morbo pudo a lo verdaderamente taurino, aunque de esto último tampoco hubo demasiado.
Por mas que el orejero presidente y los revisteros se empeñen, en Olivenza no aparecieron por ninguna parte la grandeza, la emoción y la pasión que fueran tradicionalmente santo y seña de este bendito espectáculo.
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