La ausencia de imaginación, como decía en la entrada
anterior, es evidente a la hora de confeccionar los carteles de cada tarde. La
única preocupación de la empresa ha sido complacer a las autotituladas figuras,
para poder decir que estaban todas.
Los días 15 al 18 (ambos inclusive) son los G-10 y sus
toretes más o menos artistas. Espectáculo archivisto y perfectamente
previsible: cero casta, cero suerte de varas, cero emoción. Las corridas de
Cuadri y Fuenteymbro, para los que no tuvieron elección. La de Álvaro Domecq,
desperdiciada con los llamados mediáticos. ¿Tiene necesidad este señor, con su
ganadería en un momento magnífico, de esto?.
No lo entiendo.
Y los supuestos platos fuertes. El empalago de Manzanares en
solitario (como ha dicho Sanchez Mejías:
si al menos fueran tres y tres…). El empacho de Ventura: un solo
rejoneador es casi necesariamente tedioso y reiterativo, aún más con toros de
una sola ganadería. Un mano a mano absurdo, sin competencia: uno que hace
tiempo se está yendo y otro que lleva varios años llegando. Es cierto que ambos
necesitan imperiosamente el triunfo para seguir donde pretenden estar, pero el
mano a mano carece de sentido. Y el cierre clásico con Miura, donde se ha
incluido El Juli. Sobre el “gesto” de El Juli volveré en otra entrada.
¿De veras cree alguien que esta feria no es manifiestamente
mejorable, aún sin salirse de los matadores finalmente contratados y los
encierros reseñados ?. Bastaba con mezclar mejor las bazas disponibles.
Pero lo que me resulta más preocupante de todo es ver como
se consolida la tendencia (descarada en la feria de Valencia) a diferenciar dos
circuitos. Como si hubiera dos categorías que no pueden juntarse (excepción
hecha de Nazaré y Jz. Fortes) de toros y toreros. Esto nunca fue así: los
consagrados alternaban con los que venían apretando y ambos con los del montón.
Esa es la verdadera competencia y la auténtica emulación.
De todos modos, a partir del 22 de abril, hablaremos.
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